La vertiente musical de Federico García Lorca es, quizá, una de las facetas más desconocidas de una figura que podíamos definir como poliédrica. “Ante todo soy músico”, afirmó en una entrevista. “Soy el loquito de las canciones”, dijo en otra. Así, fueron muy numerosas las ocasiones en las que el genio granadino evidenció su pasión y devoción por la música. Incluso, en su breve trayectoria, la música y la investigación musical, entendidas de una manera muy amplia, poseyeron una notoria relevancia.
Lorca creció en un ambiente familiar en el que la música estuvo muy presente. Su madre, Vicenta, consideró importantísimo que, desde pequeños, sus hijos se formaran musicalmente. En este sentido, Federico fue el que más destacó, por lo que muy pronto comenzó a estudiar piano y armonía. Es más: debido a su aptitud hacia este arte, hasta que alcanzó los dieciocho años de edad, fecha en la que la literatura fue tomando mayor espacio, la música fue su principal vocación. Además, solía improvisar partiendo de modelos musicales muy variados.
Numerosos amigos de la generación en la que se inscribió, la del 27, remarcaron en diferentes escritos la aptitud y actitud de Lorca hacia la música. Para Jorge Guillén, “en Federico resaltaba un gran temperamento de músico”. Ernesto Halffter fue aún más lejos al apuntar que, en España, había “tres grandes músicos: Falla, mi maestro; yo, que soy su discípulo, y Federico García Lorca”. En otro orden, también se dedicó a la investigación musical. De esta manera e impulsado por los ejemplos Manuel de Falla, Menéndez Pidal, Martíner Torner y otros músicos e investigadores que conoció en la Residencia de Estudiantes y diversos lugares, aprovechó los múltiples viajes que llevó a cabo por diferentes localidades de su provincia y distintos puntos de la geografía española para realizar un buen número de trabajos de campo. También conoció y estudió los principales cancioneros, por lo que no dudó en afirmar: “he estudiado durante diez años el folclore de mi país con sentido de poeta”.
En definitiva y como señaló Jorge Guillén, manejó un amplísimo repertorio de múltiples procedencias: “la memoria de Lorca es el más rico tesoro de la canción popular andaluza. Él ha recogido muchas, letra y canto, directamente”. En consecuencia, no sorprende que diera indicaciones claras en muchos de sus dramas acerca de las canciones que debían interpretarse como parte relevante de su desarrollo, y que cuidara mucho las selecciones musicales que se interpretaban en sus montajes con el grupo de teatro universitario La Barraca.
Tal vez el resultado más importante de estos trabajos de campo se sitúa en la serie de discos que compusieron Canciones populares españolas. En esta grabación, editada en 1931 en el sello La Voz de su Amo junto con la bailaora y cantaora Encarnación López Júlvez, La Argentinita, partió de diferentes ejemplos armonizados por el propio granadino, en algunos casos con ayuda de compositores amigos suyos. Debido a su éxito de ventas y radiofónico, Federico las incluyó en sus representaciones teatrales como fin de fiesta a modo de canciones escenificadas.
Tal vez nos legó una de las mejores definiciones de música que se han hecho jamás: “con las palabras se dicen cosas humanas; con la música se expresa eso que nadie conoce ni lo puede definir, pero que en todos existe en mayor o menor fuerza. La música es el arte por naturaleza. Podría decirse que es el campo eterno de las ideas”.
Texto de Marco Antonio de la Ossa autor de "Angel, musa y duende: Federico García Lorca y la música".